Sal y luz

Por Mary Rearick Paul
Morando con Dios

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Recientemente visité una iglesia donde ocho niños junto con sus familias fueron presentados en dedicación. Este fue un momento de júbilo especial, ya que marcó un sentido renovado del movimiento de Dios en esta temporada de relanzamiento de la iglesia posterior a la COVID. Así que celebré con la iglesia y su liderazgo las señales de vida y la visión de un futuro lleno de esperanza.

Atesoro los momentos en los que la comunidad de una iglesia haga votos de compromiso continuo y a futuro con los más jóvenes a su cuidado; votos para modelar fielmente el discipulado, para educar a esos niños y vivir vidas moldeadas por la gracia sobre gracia en el camino por recorrer. Cuando una congregación de la que soy parte o que visito, hace este tipo de compromisos comunitarios, y afirma "Sí, lo haremos" cuando se me pide, con frecuencia acompaño esa afirmación susurrando en oración: "Ayúdanos con tu Espíritu, oh, Dios, a cumplir con nuestro voto".

Durante esta última experiencia, una de las niñas dedicadas era un poco mayor y, mientras el pastor oraba por ella y la llamaba por su nombre, la niña tomó su mano y cerró los ojos con una expresión de dulce fervor. Fue un momento hermoso, pero también frágil, con tanto que depende de esta sana pero imperfecta habilidad de una iglesia local para vivir el compromiso manifestado y apoyar a esta niña durante el camino que tiene por delante.

Un voto así puede fácilmente hacerse fácilmente durante un breve momento de dicha, pero debemos confesar que, podemos estar muy distraídos de este compromiso congregacional en el largo plazo. No obstante, somos el vehículo principal que Dios usa para compartir a Cristo y la esperanza de salvación, tanto con nuestro prójimo como con los más jóvenes a nuestro cuidado. Si bien una teología sólida es importante, no será escuchada a menos que tanto jóvenes como adultos vean a Cristo en la manera en que nos tratamos, apoyamos unos a otros y amamos a nuestro prójimo. Mi esperanza es que, en esos momentos inevitables de dudas, cuestionamientos y distracciones de esta pequeña, nuestro ejemplo tangible de una fe viva será lo que la ayude salir adelante. Quiero que estos niños y todos aquellos que intentan regresar a la fe encuentren una iglesia que cumpla con la comisión contenida en el Sermón del monte, cuando Jesús proclama "Ustedes son la sal de la tierra... Ustedes son la luz del mundo" (Mt. 5:13-14).

Somos el vehículo principal que Dios usa para compartir a Cristo y la esperanza de salvación, tanto con nuestro prójimo como con los más jóvenes a nuestro cuidado.

No tenemos que ser impresionantes o profundos para ser sal y luz, ni es esto lo que nuestros niños y prójimos buscan. Una iglesia que sirve como sal para su comunidad, es un potenciador de la vida; la preserva, limpia y agrega un valor tangible en su contexto. Una iglesia que es luz del mundo ofrece una guía en tiempos de confusión, esperanza cuando hay desolación e iluminación a nuestros pasos cuando el sendero es incierto. Una iglesia que es sal y luz está comprometida a vivir el gran mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente..." y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22:37 y 39).

El amor es el indicador de una iglesia que cumple su vocación de ser sal y luz. Esta comisión está entrelazada con la bendición que le precede en el Sermón del monte. Bienaventurados en verdad aquellos que tienen hambre y sed de las cosas de Dios, tanto en nosotros como en aquellos con quienes trabajamos y adoramos. Porque a medida que Dios nos cubra y esté presente en nuestras relaciones con los demás, nosotros somos, a la vez, bendecidos y formados. Estamos en un sendero en la gracia recibida de otros y que transmitimos a los demás.

Mi oración para esos ocho niños que, a medida que crezcan, siempre encuentren un lugar y un pueblo a través de la cual esta maravillosa gracia los llame cada vez más profundo hacia una vida que sea one with God, one with each other, and one in their mission of love to the world una con Dios, una con cada uno de ellos y una en su misión de amor al mundo.

La Rev. Mary Rearick Paul, D. Min. es vicepresidenta de desarrollo espiritual en Point Loma Nazarene University.

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